jueves, 18 de diciembre de 2014

El Pescado Gigante

Nunca pensé que me divertiría tanto con un vestido. Puede que uno encuentre prendas chistosas en la tienda del usado pero... un pescado? esto sí que es interesante. Un vestido que te haga feliz y que cueste $2 dólares, qué más se le puede pedir a la vida!

Sinceramente cuando lo ví en la tienda no me pareció tan chistoso, sólo una ganga más. Pero cuando me lo probé, empezó el festival del humor. Demasiado pequeño para una plus size, demasiado grande para una petite... y la forma? qué digo... cuál forma? ni siquiera sabía cómo ponermelo... cómo van estas aletas? y el super cuello?

Lo único que lo salvó de una mala sepultura fue el color. De resto, a este pescado había que hacerle una cirugía plástica urgentemente.
Comencé estirpando las aletas y cerrando el cuello un poco para que las mangas no se me cayeran hasta el codo. La amputación de las aletas resultó en heridas profundas en los costados que suturé con la máquina de coser, cosa que al mismo tiempo me permitió ajustar el ancho a mi silueta.

En este punto pensé... definitivamente por algo Dios dejó a los pescados, las ballenas y todos los cetáceos en el mar, no se ven para nada bien aquí en tierra firme. Luego corté un poco de tela y cosí el ruedo para ajustar el alto del vestido.

Medidas, alto, cuello... todo iba bien... pero hasta cierto punto lo ví plano, sin gracia... así que aproveché que afortunadamente le había dejado un poco de tela extra y le hice unos plieguecitos en el costado de la cintura.

Y bueno... ustedes ya me conocen, me gustan los adornitos en mi ropa.

No quedé convertida en una sirena precísamente pero al menos conservo mi forma humana para poder pasar un rato ameno con otros de mi especie.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Cuando la moda no nos queda

Ir de compras es delicioso excepto cuando al maniquí mocho le queda mejor la ropa que a una. Odio eso y los vestieres sin espejo.

Pero bueno, no hay que darse tan duro en la cabeza... yo sí prefiero que me sobren unos centímetros de panza y no que me falte un brazo o una pierna como al maniquí.

Orgullosamente pertenezco al 99% de las mujeres que no encajan perfectamente en las medidas tradicionales sobre las que producen -masivamente- la ropa hoy en día. En mi caso, no alcanzo a medir ni el metro y medio de estatura y además de golpearme la frente con la mesa del comedor y tener que usar la escoba para alcanzar la salsa de tomate en la nevera, toda la vida he tenido que adaptar la ropa a mis medidas para poder vestirme como yo quiero.

Aún no sé por qué a la gente le sigue pareciendo chistoso decirme que vaya a la sección de Niñas de los almacenes a comprar ropa... y que soy muy afortunada porque supuestamente ahí es más barato! brincos diera!!. Igual, no me molesta ir a la sección de Niñas una que otra vez para encontrar leggins o medias de cashemira... pero... de ahí en adelante pare de contar.

Gracias a mis 145cms de estatura, aprendí a 'subirle la bota' (ruedo, falso o dobladillo que llaman en algunas otras partes) a los pantalones y a las faldas. También me volví experta en correr botones, poner cremalleras y hacerle prenses a las blusas para remarcar la cintura. Incluso cuando mi hijo iba a nacer, le hice un forro al colchoncito de la mesita donde le cambio los pañales, y en esa época no tenía máquina de coser, lo hice a mano. Costurera a mano nivel: Abuela Ninja!

Pero ajustar la ropa no es lo único que he hecho con mis pequeñas y preciosas manos. Cuando era niña, mi placer más grande era acompañar a mi mamá a la tienda de costura para que me comprara canutillos, lentejuelas, mostacillas y demás chucherías que vendían allí. Para mí, ese plan era aún mejor que ir a comer helado -ok puede que aquí esté exagerando pero... se acerca-.

Me encantaba llegar a la casa con mis bolsitas de colores e inundar los cuellos de mis camisetas y los bordes de los bolsillos de los jeans con dichos colgandejos. Hoy en día recuerdo lo feliz que era, no tanto por las pepas colorinches de mi ropa... sino porque mi ropa era diferente a la de los demás. Y ser diferente me hizo sentir especial.

Así que cada vez que voy a un almacén y me mido una prenda de vestir, obviamente espero que me quede bien... pero si no, en vez de ponerme a llorar por lo gorda, o lo bajita, o lo flaquita o lo que sea... respiro profundo y le doy gracias a Dios porque tendré una posibilidad menos de llevar una blusa igual a la de mis compañeras de trabajo.

Por otro lado, si la prenda realmente me gusta tanto... me la llevo en una talla más grande para poder adaptarla exactamente como quiero...

Ya quisieramos que adaptar un hombre a nuestras medidas fuera tan fácil!

miércoles, 10 de diciembre de 2014

La Blusa de Seda

El día que la compré estuve de suerte. A pesar de que estaba en la tienda del usado, esta blusa en particular estaba nueva. Tenía las etiquetas de la tienda original y hasta el botón de repuesto pegado. Supongo que es parte de alguna donación importante que la marca de la blusa hizo a la tienda y fui una de las afortunadas.

Lo que más me llamó la atención fue el estampado. Tiene precísamente los colores y el entramado que me gustan. Y la seda! seda de la buena, nada de imitación barata y traslúcida... esa seda de un brillo delicado, de textura suave y versátil... todo un primor, como decía mi bisabuela.

Compré la blusa con cierta prevención puesto que la seda, precísamente por ser bonita y delicada es jodida para mantener. No se puede echar en la lavadora, ni lavar con cualquier detergente, evitar secarla al sol directamente, se debe planchar al revés y con plancha seca, si a uno le da por recostarse en una pared tiene que fijarse que no sea carrasposa porque en seguida le saca motas y es enemiga a morir del vino tinto. Si hablamos de la refacción, mucho peor. Lo pensé mucho en la casa antes de empezar a trabajar en ella. Cualquier pasito en falso, cualquier hilito mal halado arruinaría todo el tejido.

Así que en este refashion opté por evitar el uso de la máquina de coser al máximo. Y tampoco era que lo necesitara mucho ya que el cuello original de la blusa me gustó desde el principio, simple y llamativo. Lo único que había que hacerle era cortarle un par de tiritas que tenía.

Corté las mangas para darle un aire fresco y juvenil. Luego despegué el dobladillo de los puños para adaptarselos en forma de cintas a cada extremo de la cintura y así poderlas amarrar en la espalda. Intenté el amarrado por encima pero la tela sobrante se veía demasiado abultada y sin forma, así que se me ocurrió que el amarrado debería ser por debajo de la blusa. De esa manera podría ajustar la cintura a mi talle y al mismo tiempo la tela de la espalda caería como una cascada a lo largo de mi espalda. Para lograrlo debía hacer dos aberturas paralelas a la columna vertebral por donde pasaran las cintas, que al final se unirían con alguna especie de botón o broche.

El gran reto entonces era hacer los ojales para evitar que la tela se deshilachara. Y eso que no quería usar la máquina de coser... pero bueno, me tocó. El primero salió bien pero el segundo me dió problemas... durante el tejido, la tela se me atoró en una puntada y casi se me tira la blusa.

Sí, lo confieso, la puteada a la máquina fue instantánea y a grito herido.

Me tocó desarmar con cuidado la cápsula de la bobina de la máquina para poder retirar la tela y el hilo que se había atascado. Afortunadamente el daño no fue mucho y precísamente en un área que no se veía -ni se verá jamás!!!.

Cuando por fin tuve listos los ojales, pasé las cintas por debajo de la blusa como lo había planeado. Luego adapté un botón tipo broche a casa extremo de las cintas para asegurarlos cuando me ponga la blusa.

El pasó final fue ajustar las mangas en la medida adecuada y con el dobladillo necesario.

Debo decir que me encantó el resultado. Es una blusa delicada, ni muy elegante pero tampoco demasiado informal, como para salir con las amigas a tomarse un vinito... o bueno mejor un aguardientico... por aquello de que hay que cuidarla de cualquier mancha.


Otra alternativa para amarrar el cuello


Vista por detrás

miércoles, 3 de diciembre de 2014

El escote púrpura

Me gusta ser organizada. Me gustaría ser ordenada, que no es lo mismo... pero al menos ser organizada me hace la vida más fácil, como por ejemplo, tener un plan para cuando se tape el inodoro de la casa o echar una cobija extra en el carro durante el invierno para abrigarnos en caso de que se nos acabe la gasolina en la autopista y se muera la calefacción.

Lo mismo pasa cuando estoy trabajando en mis refashions. Generalmente cuando compro una prenda para refaccionarla ya tengo en mente qué voy a hacer con ella, y armo un plan para transformarla sin que muera en el intento y termine arruinandola, cosa que, por supuesto va en contra de mi objetivo principal que es reciclar para re-usar, no para re-botar.

En este caso compré esta semi-túnica pensando en una falda. Las figuras bordadas en la línea inferior me hicieron pensar en seguida en algo juvenil, descomplicado pero al mismo tiempo chic... shabby-chic si quieren. Además el color era apenas para el Otoño, ni tan triste ni tan folclórico. Así que con el plan de la falda en mi cabeza y descosedor en mano empecé la jornada. 

Una vez desprendidas las mangas, el bicho de la improvisación empezó a arañarme la cabeza. Ey qué tal una blusa? si bien es cierto que la falda es más fácil, los bordados se verían mucho mejor a la altura de la cintura -porque... seamos francas... las petite tenemos problemas para lucir cosas abajo de la altura de la rodilla...

El problema para optar por el camino de la blusa era el el horrible escote cuadrado rematado con un tejido de hilo que aparte de feo se notaba viejo y acabado... Aggghhh!!!!. Ese escote le quitaba a la blusa tela valiosa para poder inventar otra cosa. 

No quería prestarle mucha atención al bicho pero cuando me vió ir por el camino fácil, se le salió el camionero: no mamita!, quién dijo miedo!  qué tal si le añado la tela que le falta? de todas formas hay un par de mangas que sobran. Hágale a ver!

A pesar de que no soy muy buena improvisando, decidí darle la oportunidad  al bicho y apelar más a mi creatividad que a mi sentido de la organización. Así que empecé midiendo la cantidad de tela que necesitaba para re-construir el escote de la blusa. Al quitarle el tejido quedé con un borde ligeramente plisado que no se veía tan mal y le podría dar forma a los senos (recuadro 3). Desplegué una de las mangas y la puse debajo del escote amputado para medir y pegar la tela (Recuadro 4). Planché la línea del escote y la línea de la tela que iba a agregar para marcar el camino que debía seguir con la máquina de coser y hágale mamita, a coser se dijo (recuadro 5).

Una vez la tela quedó adherida, me guié por la forma trapezoide que tenía la espalda de la blusa para cortar el frente de la misma forma. Tuve cuidado de dejar un par de centímetros adicionales para hacer el doblez de lo que serían las nuevas aberturas de los brazos. 

Me quedaba entonces una linda blusa sin mangas con un cuello alto tipo Halter.

El próximo paso era ajustar la cintura, así que como siempre, me puse la blusa al revés, pineé la figura de mi silueta y pasé la máquina del lado derecho. En el lado izquierdo, lo que  hice fue cortar un poco de tela sobrante y adaptar una cremallera invisible para que me quepa la panza al ponermela.

La postura de la cremallera invisible es un camello ni el berraco, y para no hacerles más largo el cuento, decidí hacer un post aparte para quienes quieran ver el proceso completo. Pueden leerlo aquí.

Listo, Escote, check! cintura, check... ahora sólo quedaba resolver el tema del cuello.

Necesitaba encontrar una solución para poder abrir el cuello de modo que la cabezota me cupiera. Pero también necesitaba cerrarlo para que mis bubbies no se vieran. Opté entonces por echarle mano a la otra manga que quedaba y hacer una simple bandana que luego adheriría al cuello para unir la parte trasera y delantera de la blusa. Sweeet!!!!

Uno de los extremos queda abierto para ponerme la blusa y luego lo cerraría con...

La cereza de la malteada, un broche... por supuesto, provenía de un collar que también compré en la tienda del usado y que reciclé.

Me gusta ser organizada, pero de vez en cuando vale la pena dejarse llevar de la intuición!!!. Si algo sale mal, bueno... siempre habrá una botella de vino en mi alacena para que consuele mi decepción.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Un No Mea Culpa por la ropa usada

Mi marido es uno de los que ve la ropa usada con cara de fuchi. Y bueno, no lo culpo. El año pasado compré un suéter usado para cumplir con el dress-code de la fiesta temática de navidad en la agencia: "The Ugly Sweater Party". Sí, la idea era ir a la fiesta en el suéter navideño más feo que encontráramos, cosa que no existe en mi fabuloso clóset [suenan risas y carcajadas].

Para que se rían más, el suéter me pintó un mapa rojo desde la espalda hasta el abdomen y tuve que ir al médico para que me recetara una crema...  por supuesto, hasta ahí le llegó la fiesta al suéter.

Por cosas como esas la ropa usada en general tiene mala reputación, pero a pesar de ese episodio de piquiña -que entre otras cosas jamás se ha vuelto a repetir- tengo que confesar que desde el día que pisé por primera vez Value Village, la tienda de ropa usada más grande de aquí de Halifax, siento un extraño placer culposo por chismosear la ropa que encuentro allí. Sí, puede que uno encuentre muchas monstruosidades allí... pero nunca me llegué a imaginar que en medio de tanta fealdad hubiera también cosas bonitas, en buen estado y hasta vestidoras!

Tampoco me da pena admitir que he comprado algunas prendas ahí, prendas que he reciclado, he salvado del botadero de basura y les he dado una nueva y fabulosa vida en mi vestier, tal y como pueden apreciar en este blog. Por qué le estoy apostando al reciclaje textil? estas son unas cuantas razones de las muchas otras que tengo:

1. No hay mugre que no salga con una buena lavada con agua caliente, bicarbonato y vinagre. Aquella vez la doctora me dijo que seguramente lo que yo tuve fue un "heat rash", es decir, una irritación debido al calor y no una reacción al material o a la prenda como tal. De todas formas, al comprar ropa usada lo primero que hago es remojarla en agua caliente, bicarbonato y vinagre para desinfectarla. Luego pasan a la lavadora y finalmente a la secadora. Si algún germen sobrevive ese trajín, vieja, el bicho merece vivir.

2. Hay mucha gente que compra ropa que ni siquiera utiliza. Créanlo o no, he encontrado piezas nuevas a precio de huevo especialmente en las ventas de garaje que hacen en la primavera. Las personas me dicen que generalmente pasa porque la promoción estaba muy buena o por transtorno obsesivo compulsivo ligado a las compras, pero ocurre en mayor medida porque lo compran pensando en una fecha específica pero cuando dicha fecha llega se  han adelgazado o engordado tanto que no caben ahí.

Así que con un poco de suerte, puede que uno hasta encuentre una chaqueta de marca a precio de huevo y hasta con etiquetas originales del almacén. Quién dijo BINGO?

3. La moda misma se recicla. O me van a decir que no usaron pantalones bota campana en los 90's tal y como nuestras madres lo hicieron en sus años mozos durante los 70's. Cuando una tendencia vuelve a estar de moda, no hay nada mejor que acudir al baúl de los gloriosos recuerdos. Y pues... ya que está tan de moda la palabreja "Vintage"... Vintage here, vintage there... vintage everywhere!

4. Refaccionar la ropa usada activa el pensamiento creativo. Está comprobado que el trabajo manual activa los centros del cerebro en donde se aloja el pensamiento creativo... y bla bla bla cháchara científica y todo pero es verdad y por eso María Montessori se ganó un puesto en el cielo de la educación infantil... lo cierto es que a nadie le sobra un poquito de creatividad especialmente en tiempos de escasez.

5. La producción de ropa en el mundo está desbordada. Al año se pueden llegar a producir hasta 1 billón de prendas de vestir al año... al año!!! y eso sólo contando a las grandes marcas. Saben cuántos litros de agua se necesitan para hacer todo ese montón de ropa? cuánto petróleo, carbón, hectáreas de tierra cultivada en algodón... etc... etc... etc en fin... yo creería que en este mundo no cabe un trapo más! Pero como a todos nos gusta la moda y no sería justo que se acabara, al menos deberíamos tratar de impulsar mayor eficiencia en el consumo de los recursos.

6. Es una forma de hacer rendir la platica. Seamos honestos, somos una generación ambiciosa, queremos tener y hacer muchas cosas antes de que nos llegue la parca. Una que otra comprita de segunda mano podría ser una buena opción a la hora de ahorrar para el viaje a París, o al menos al Rodadero en Santa Marta.

Y por último pero no por eso menos importante:

7. A nadie le debería interesar en dónde compra uno la ropa! cuando le dicen a uno Qué vestido tan lindo!!!!! ahhhh chicas, ustedes saben lo que se siente... eso es lo único que cuenta.


A la final, lo importante es verse y sentirse bien. A veces los mitos y tapujos hacen más daño que las propias pulgas que dicen que tiene la ropa usada. Y no todas las tiendas de ropa usada tienen pulgas.

Se les ocurre alguna otra razón? o por el contrario,  no quedaron muy convencidos que digamos? bienvenidos los comentarios / opiniones / vituperios...