miércoles, 10 de diciembre de 2014

La Blusa de Seda

El día que la compré estuve de suerte. A pesar de que estaba en la tienda del usado, esta blusa en particular estaba nueva. Tenía las etiquetas de la tienda original y hasta el botón de repuesto pegado. Supongo que es parte de alguna donación importante que la marca de la blusa hizo a la tienda y fui una de las afortunadas.

Lo que más me llamó la atención fue el estampado. Tiene precísamente los colores y el entramado que me gustan. Y la seda! seda de la buena, nada de imitación barata y traslúcida... esa seda de un brillo delicado, de textura suave y versátil... todo un primor, como decía mi bisabuela.

Compré la blusa con cierta prevención puesto que la seda, precísamente por ser bonita y delicada es jodida para mantener. No se puede echar en la lavadora, ni lavar con cualquier detergente, evitar secarla al sol directamente, se debe planchar al revés y con plancha seca, si a uno le da por recostarse en una pared tiene que fijarse que no sea carrasposa porque en seguida le saca motas y es enemiga a morir del vino tinto. Si hablamos de la refacción, mucho peor. Lo pensé mucho en la casa antes de empezar a trabajar en ella. Cualquier pasito en falso, cualquier hilito mal halado arruinaría todo el tejido.

Así que en este refashion opté por evitar el uso de la máquina de coser al máximo. Y tampoco era que lo necesitara mucho ya que el cuello original de la blusa me gustó desde el principio, simple y llamativo. Lo único que había que hacerle era cortarle un par de tiritas que tenía.

Corté las mangas para darle un aire fresco y juvenil. Luego despegué el dobladillo de los puños para adaptarselos en forma de cintas a cada extremo de la cintura y así poderlas amarrar en la espalda. Intenté el amarrado por encima pero la tela sobrante se veía demasiado abultada y sin forma, así que se me ocurrió que el amarrado debería ser por debajo de la blusa. De esa manera podría ajustar la cintura a mi talle y al mismo tiempo la tela de la espalda caería como una cascada a lo largo de mi espalda. Para lograrlo debía hacer dos aberturas paralelas a la columna vertebral por donde pasaran las cintas, que al final se unirían con alguna especie de botón o broche.

El gran reto entonces era hacer los ojales para evitar que la tela se deshilachara. Y eso que no quería usar la máquina de coser... pero bueno, me tocó. El primero salió bien pero el segundo me dió problemas... durante el tejido, la tela se me atoró en una puntada y casi se me tira la blusa.

Sí, lo confieso, la puteada a la máquina fue instantánea y a grito herido.

Me tocó desarmar con cuidado la cápsula de la bobina de la máquina para poder retirar la tela y el hilo que se había atascado. Afortunadamente el daño no fue mucho y precísamente en un área que no se veía -ni se verá jamás!!!.

Cuando por fin tuve listos los ojales, pasé las cintas por debajo de la blusa como lo había planeado. Luego adapté un botón tipo broche a casa extremo de las cintas para asegurarlos cuando me ponga la blusa.

El pasó final fue ajustar las mangas en la medida adecuada y con el dobladillo necesario.

Debo decir que me encantó el resultado. Es una blusa delicada, ni muy elegante pero tampoco demasiado informal, como para salir con las amigas a tomarse un vinito... o bueno mejor un aguardientico... por aquello de que hay que cuidarla de cualquier mancha.


Otra alternativa para amarrar el cuello


Vista por detrás

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